Leopoldo Alas Clarín. La Regenta

Devaneos mudos, gimnásticos, callaba, forcejeaba con deleite... 

Otro pelo nos luciría si desde aquellos años en que se escribió La Regenta hubiéramos atendido a la denuncia de la bárbara discriminación de la mujer y del abuso de quienes continúan en el poder.

Al releer esta novela, no esperaba encontrar tantas referencias al contenido de este blog: Deportes y Diversiones y a los juegos que, años después, en 1910, servirían a Erik Satie de inspiración para las composiciones multimedia que dan nombre a este blog.

A lo largo de la Regenta se nombran: El columpio, los baños en el mar, los paseos, las regatas, la caza, la pesca, el baile, los paseos, el flirt, el pic-nic, el teatro. No siempre Leopoldo Alas les da el mismo sentido que Satie, pero no falta el sentido erótico y juguetón de su práctica. Por ejemplo, La Gallinita Ciega de Satie (Busque señorita, quien le ama está a dos pasos) no aparece en La Regenta, pero se describe El Cachipote que provoca el roce, tomarse de la mano sin querer, correr alocadamente levantando las faldas y mostrando los tobillos.

La Regenta se publica en 1884 y “retrata la vida de una capital de provincia española en el último tercio del siglo XIX”. A Oviedo se refiere. La sociedad que retrata tiene que ver con la aristocracia y la alta burguesía. Hay pocas incursiones, aunque sabrosas, en el pueblo llano (muy divertida descripción del juego zurriagame la melunga) o la incipiente clase media que irrumpe en el paseo del Espolón desplazando a la aristocracia.

En esta época la gimnasia ya no es una extraña en la sociedad española, pero no tiene nada que ver con la difusión que alcanzaría. Menos aún en una capital de provincia que los propios personajes de la obra consideran atrasada, en muchos aspectos “un pueblo primitivo” Así, las diversiones y los juegos corporales, transcurren en el ámbito privado de las fincas, los patios y los jardines. Tal como se describen los juegos de las mujeres desde las primeras referencias en los primeros siglos de la cultura occidental. Y el “deporte” de los hombres (que no se nombra como tal), es también medieval-renacentista como la caza, la esgrima o la equitación. Todos ellos citados en la novela.

En el último tercio del siglo XIX ya se ha intentado implantar la gimnasia en la educación en España y en otros países ya lo está. Rousseau (citado varias veces en la novela) ha armado ideológicamente las Escuelas Gimnásticas europeas que en esa época ya están muy desarrolladas. Francisco Amorós, el valenciano fundador de la Escuela Francesa, ha ido y vuelto del exilio (y vuelta a marcharse) intentando, sin éxito, la implantación de la gimnasia como un asunto de Estado. El Conde de Villalobos ha publicado su Ojeada sobre la Jimnástica (1842) y ha tutorizado la educación física de Alfonso XII, aunque con poco éxito. Casi hace cien años, 1790, que Josefa Amar de Borbón (1749-1833) ha publicado su Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres”. En Europa ya está sobre la mesa el debate sobre el valor educativo del deporte anglosajón.

Pero la implantación de la gimnasia en la sociedad va lenta y no es frecuente que aparezca tratada en la novela costumbrista de la época. En La Regenta sí que aparecen las razones que están llevando a la sociedad a considerar su utilidad, unas de forma más directa que otras: La regeneración, la higiene, la salud, el beneficio de respirar aire bueno del campo y del mar, la buena postura, el corsé “auténtica coraza”. Y también el peligro moral y religioso del cuidado corporal; impagable la descripción de las sensaciones del baile en el capítulo veinticuatro. También la consideración filosófica de la corporeidad. Hay una referencia, que supongo a Le Mettrie (1709-1753), sobre el cuerpo considerado como una máquina “Una máquina eléctrica con conciencia...

Y, por último, tres veces nombra la gimnasia como característica del comportamiento de sus personajes: El Magistral hace gimnasia con pesas “…el pecho alto y fuerte, parecían de un atleta”; también hace referencia a su apariencia atlética en el capítulo uno. Los escarceos amorosos pueden tener un componente gimnástico “devaneos mudos, gimnásticos, callaba, forcejeaba con deleite…” (cap. 20) y don Álvaro Mesía, preparándose para sus embates amorosos “leyó libros de higiene, hizo gimnasia de salón, paseó mucho a caballo…

Otro pelo nos luciría si desde aquellos años hubiéramos atendido a la bárbara discriminación de la mujer y del abuso de quienes continúan en el poder, que denuncia esta novela.

Leopoldo Alas Clarín. La Regenta. Alianza

 

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