Stefan Zweig

El mundo de ayer. Memorias de un europeo.

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El deporte que Stefan Zweig (1881-1942) conoció de niño y de joven estaba muy lejos de ser una actividad que mereciera su atención: “la lucha, los clubs de atletismo, los récords de pesos pesados todavía se consideraban como actividades de suburbio y formaban su público carniceros y ganapanes; como mucho, unas cuantas veces al año, las carreras de caballos, más nobles y aristocráticas, atraían

La educación física vino al rescate del deporte y pasa a formar parte de la revolución social que se consolida a principios del siglo XX: “Quizás en ninguna otra esfera de la vida pública se produjo un cambio tan radical en el lapso de una sola generación como en el de las relaciones entre los dos sexos, y eso por una serie de factores: la emancipación de la mujer, el psicoanálisis freudiano, la educación física, la emancipación de los jóvenes”.

“Cuando hoy (1940 aprox.) veo a muchachos saliendo de escuelas y colegios, cuando los veo juntos, chicos y chicas, en una camaradería franca y despreocupada, lanzándose a toda velocidad por la nieve sobre esquís, compitiendo en la piscina con la libertad de los antiguos, corriendo por el país en automóvil…Tengo la impresión de que han transcurrido no cuarenta sino mil años entre ellos y nosotros…”

La igualdad entre hombres y mujeres resulta imprescindible para que la sociedad avance, y el cuerpo es la clave: “Pero ese temor a todo lo corporal y natural realmente había penetrado en todas las capas sociales, desde las superiores hasta las inferiores, con la fuerza de una verdadera neurosis. Y es que, ¿es posible imaginarse hoy que a finales del siglo (el XIX) cuando las primeras mujeres osaron montar en bicicleta o a caballo a horcajadas, los campesinos les arrojaron piedras por atrevidas?… ¿Y qué constituyese una conmoción sin precedentes el que Isadora Duncan, en sus danzas, que eran de lo más clásico, bajo la túnica blanca –que por suerte se le arremolinaba alrededor del cuerpo hasta abajo del todo-, en vez de los habituales zapatitos de seda, enseñara por primera vez las plantas desnudas de los pies?”

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Las personas se hicieron más bellas y sanas gracias al deporte  

Este libro nos recuerda los valores de la construcción europea y el impulso entusiasta de quienes lo vivieron a principios del siglo XX. La primera guerra mundial sumió a Stefan Zweig en la perplejidad al ver que todavía el poder político y militar se parecía más al de la edad media que al del siglo de la ciencia y el humanismo. Luego la segunda guerra mundial le convertiría en un apátrida en la propia Europa. Tuvo que irse a Brasil, donde se suicidó en 1942.

En sus memorias, las referencias al deporte y a la educación física son unas líneas, pero su testimonio es realmente valioso. Fijaos que párrafos más esperanzadores sobre los valores del deporte antes de 1914, “…las personas se hicieron más bellas y sanas gracias al deporte, a una mejor alimentación, a la jornada laboral más corta… Los domingos, miles y miles de personas, con flamantes chaquetas sport, bajaban a toda velocidad por las laderas nevadas sobre esquís y trineos, por doquier surgían palacios de deportes y piscinas…La consigna era ser joven y vigoroso y dejarse de apariencias dignas y venerables. Las mujeres tiraron a la basura los corsés que les apretaban los pechos, renunciaron a las sombrillas y los velos, porque ya no temían al aire y al sol, se acortaron las faldas para poder mover mejor las piernas cuando jugaban al tenis… Por primera vez vi a muchachas saliendo de excursión con chicos sin institutriz y practicando deportes en una franca y confiada camaradería…”

Para él, el deporte es la educación física deseable y la gimnasia de “las escuelas gimnásticas” le parece detestable, “Aquel siglo no había descubierto todavía que el cuerpo joven… necesita de aire y de ejercicio físico…, dos veces por semana nos llevaban al gimnasio, con suelos de tablones de madera, donde corríamos sin ton ni son de un lado para otro, levantando a nuestro paso nubarrones de polvo; trotábamos, además, a tientas, pues las ventanas estaban cerradas a cal y canto. Así se satisfacían las necesidades higiénicas y así cumplía el Estado su deber que se resume en Mens sana in corpore sano.”

En esas condiciones la actitud de los intelectuales hacia el deporte es de prevención y él reconoce que no se dio cuenta de lo que aportaba el deporte hasta muy tarde. Cuando escribe sus memorias, en 1941, recuerda, “Tampoco sería fácil hacer entender a un joven de hoy hasta qué punto ignorábamos, y hasta despreciábamos todo lo relacionado con el deporte…, el deporte aún era considerado como una actividad de brutos de cuya práctica un bachiller más bien se debía avergonzar… A los trece años, dejé el patinaje sobre hielo y usé en la compra de libros el dinero que me daban mis padres para las clases de baile; a los dieciocho aún no sabía nadar ni bailar ni jugar al tenis; incluso hoy no sé montar en bicicleta…”

Aunque no puede evitar una cierta burla cuando comenta la creciente comercialización del deporte, “en el siglo pasado, aún no había llegado a nuestro continente la ola deportiva. Aún no había estadios donde cien mil personas bramasen de entusiasmo cuando un boxeador descargaba un puñetazo en la mandíbula del otro; los periódicos todavía no enviaban a sus reporteros para que, con fervor homérico, llenasen columnas y más columnas informando de un partido de hockey”. En cuanto a la competición deportiva adopta la distancia del “Sha de Persia, quien, cuando lo querían animar a que asistiese a un derbi, manifestó con sabiduría oriental: “¿Para qué? Ya sé que un caballo puede correr más que otro. Me es del todo indiferente cuál.”

Lo cierto es que él hubiera querido otra escuela y otra educación física: “He necesitado años y años para reencontrar el equilibrio que perdí a causa de esa hipertensión y esa avidez infantiles y para compensar en parte el inevitable abandono físico del cuerpo…

El libro de Stefan Zweig no es un libro sobre deporte, es evidente, pero tal vez sea mejor, porque las referencias que hace al cuerpo y su educación nos llegan desde una memoria humanista sin los análisis teóricos que aíslan el incipiente fenómeno, el deporte y la educación física, del ser humano y su vivencia.

Stefan Zweig (2012). El mundo de ayer. Memorias de un europeo. Acantilado.

 

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