Auster y Coetzee. Aquí y ahora. Epistolario
1
De qué hablamos cuando hablamos de deporte
Entre las curiosidades literarias que nos ayudan a comprender el deporte, tal y como lo entienden los escritores, leí de Paul Auster y J.M. Coetzee su correspondencia publicada con el título Aquí y Ahora.
Hablan mucho de literatura y también de deportes. De deporte habla con más entusiasmo el americano, P. Auster, y dejándose llevar el sudafricano Coetzee. Paul Auster propone un temario de diez puntos,
- Deporte y agresión.
- El deporte como participante o como espectador.
- Fenomenología y misterios de la afición.
- Deportes individuales en contraposición a los de equipo.
- El declive del boxeo. La universal indiferencia hacia las marcas de atletismo.
- El deporte como drama o narración.
- Deportes regidos por cronometro en contraposición a los que no (beisbol o cricket)
- Deporte y mercantilismo.
- Deporte y nacionalismo
- Homo Ludens
Podría ser el programa de una asignatura de sociología o epistemología del deporte. Paul Auster pretende hablar del deporte como si fuera un fenómeno aislado del mundo y la sociedad. Pero ¿por qué no analizar el deporte como otros comportamientos sociales? Él mismo nos indica un camino posible al denunciar el abuso de la política y el poder:
- Análisis del capitalismo triunfante.
- Victoria de la cultura popular sobre la alta cultura.
- El desmoronamiento del ideal revolucionario y derrumbe del comunismo.
- La muerte del modernismo.
Coetzee sí que parece entenderlo así y a través de la estética llega a una ética social que hace que se pregunte:
- ¿Por qué el fútbol americano es un gran negocio y el ballet no?
- ¿Por qué no tiene ningún interés un evento deportivo entre robots?
- ¿Por qué los deportes interesan menos a las mujeres que a los hombres?
No parece que tengan la intención de ponerse de acuerdo y tampoco quieren airear puntos de vista diferentes. Ambos acaban hablando de cuál es su relación personal con el deporte.
2
Un placer culpable
Comienza Coetzee diciendo que la virtud de perder el tiempo viendo deporte es “precisamente eso, porque es una pérdida de tiempo”. Y termina Auster afirmando que “te sientes estúpido después de pasar el día viendo deporte”.
En cualquier caso, ambos reconocen haber pasado tardes enteras entregados Coetzee dice que es como el pecado: lo desaprueba, pero sucumbe. Auster dice que es un placer culpable. Y se justifica porque el deporte tiene un hilo narrativo, una expresión artística viva. O porque siente empatía cuando se trata de deportes que práctico de pequeño.
Y, al hilo de lo narrativo, Coetzee lleva la conversación al mundo de la estética que dice no poder separar de la ética. Y habla de héroes, muy útiles para los niños y adolescentes pero que él ya no necesita. Están de acuerdo en que no van a encontrar ética en el mundo profesional ni, desde luego, un momento de estética a cambio de un resultado favorable. Aunque busquen, en esas tardes de abandono en el sofá al deporte, un momento estético que casi nunca llega.
Paul Auster revuelca su pensamiento en la inutilidad del arte, del esfuerzo estético: la perfección sobria de Federer, los arabescos con que un ebanista adorna un aparador, la persistencia dolorosa del trabajo de una bailarina. Encuentra en el gesto deportivo un reflejo de esa inutilidad privativa del ser humano, que le hace grande.
En un artículo leo una entrevista a Phillipe Petit, el funambulista que cruzó el espacio entre las torres gemelas de New York por un cable. Dice que lo que él hace, estrictamente no es deporte. Pero si no lo es, por inútil, bello, arriesgado y perfecto, lo parece. De su aventura hicieron una película, El desafío.
3
Competición y mercantilización.
Ha llegado el momento de decir que en este libro hay demasiados contenidos, demasiadas reflexiones para hacer alusión a todas. Incluso teorías sobre la génesis del deporte, su carácter religioso, los espectadores, el espectador y el que lo práctica, etcétera. Lo mejor es leer el libro. Pero antes de despedir esta lectura, algunas notas sobre la vivencia en el deporte de los autores.
Paul Auster parece que se estaba mordiendo las uñas por las ganas que tenía de contar su experiencia y hace un discurso que es fácil de suscribir, aunque parece más metafórico que literal: “Mi placer de competir se refiere al placer de entregarse plenamente, concentrarse, excusa para realizar el máximo esfuerzo, necesario para el placer” No se trata de ganar, sino de hacerlo bien. Le aburre el ejercicio por el ejercicio.
Coetzee no está tan seguro de esa manifestación del placer: “Lo que yo asocio a la competición no es placer en absoluto, sino un estado de posesión en que la mente se ofusca en una única meta absurda: derrotar a un desconocido por el que no siento ningún interés, a quien no había visto nunca y a quien no volverás a ver”. Él ha tenido esa experiencia jugando al ajedrez.
Y, al fin, expresan su desaliento por la imposibilidad de hablar de deporte sin dar cuenta de la manipulación política y la comercialización:
- Los deportes codificados (cuando rebasan la calle y el placer de estar con los amigos o la naturaleza) dejan de ser invenciones y se convierten en instituciones. Con intereses y reparto de beneficios. Esta es una realidad que sólo puede cambiarse con una revolución.
- El mercado está saturado por los deportes más mercantilizados.
- No me gusta la imitación de la guerra que se pretende del deporte.
- Los números, la cuantificación (la marca y la medida) como enemigos.
En un momento dado, buscando respuestas a la deriva de la sociedad y de la época muestran su desaliento y, no recuerdo quien d ellos dos, lo dice así, “Buscando respuestas solo se puede encontrar tristeza…”
Coetzee sigue el hilo de un comentario de Auster sobre las faltas simuladas y la pérdida de tiempo y parece definitivamente enojado con esta conversación, como si para él estuviera claro que el deporte es un mal, aunque menor: “¿Pero por qué el deporte nos parece bueno? No te hace mejor persona”. Aunque encuentra una virtud: “Te enseña a perder. La mayor parte del tiempo que haces deporte, pierdes. Aunque quieran ignorarlo”.
Auster y Coetzee. Aquí y ahora. Epistolario
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