Joaquín Achúcarro
El piano y la calistenia
Salió al escenario cojeando, un poco encogido y se sentó en su banco como si no encontrara la postura. Luego empezó el concierto para piano en sol mayor de Ravel.
Creo que el primer uso que hice de la razón fue para que me gustara la música, pues bien, desde que tengo uso de razón musical, supe de Joaquín Achúcarro. Virtud de mi madre, que tenía la tendencia a admirar a los artistas y a los científicos, y aunque seguramente nunca lo había escuchado, de alguna manera debía saber que era prodigio desde niño y si venía al caso lo nombraba. El caso es que forma parte de mi vida de la manera vaga con que se incorpora a la memoria lo que no se ve, solo se escucha o se oye hablar de él.
Pues bien, ahora, cuando él tiene ochenta y cinco años y yo sesenta y siete, hemos coincidido en el Auditorio de Música de Madrid. Empezó el concierto y, por razones que tienen que ver con la emoción y la belleza que no me resultaría fácil explicar, me olvidé de todo. Dejé caer la mirada sobre el pianista. Desde mi localidad no se ve el movimiento virtuoso de las manos, ni falta que hace; nunca me fijé en la mecánica que agita la emoción. Ya sé que cuesta mucho entrenamiento mover los dedos con esa agilidad, pero no es eso lo que voy a admirar a un concierto. Sus brazos y sus manos parecían conectar los sonidos de toda la orquesta con su cuerpo, que se agitaba compacto, sin intención expresiva, como sacudido por descargas eléctricas. Creí que podía caerse de tan inestable que era su equilibrio.
Entonces empecé a pensar en la corporeidad, la conciencia corporal o la educación física de los pianistas; de los pianistas buenos. Tuve algunas ideas tópicas, por ejemplo, la misión del cuerpo será no entorpecer la expresión que se intenta. Puesto en positivo sería que el cuerpo facilite el flujo de las ideas. Deberían amar su cuerpo, permitirle que se exprese, no reprimirle, pensé. Con esto tuve bastante porque puede intuirse que no es poca la complejidad de las ideas.
Todo lo demás, sobre su educación física lo dice él y lo he leído en dos entrevistas, una de cuando tenía ochenta años y otra de este año que tiene ochenta y cinco.
“…tocar el piano, además de la enorme concentración mental que requiere, es un hecho muscular y que, por tanto, hay que tener los músculos preparados…” Luego hace alusión al dolor y las lesiones.
“…el sonido tiene sus leyes y el cuerpo tiene las suyas, y se trata de conjugarlas sin castigar los músculos.”
Joaquín Achúcarro muestra sensibilidad al deporte y, a veces, habla de él como algo ajeno a su ejercicio profesional y próximo a la idea de superación personal que se atribuye a la competición deportiva, “Nado y monto en bici… subo pendientes del ocho y el diez por ciento todavía”, y, si no fuera músico, dice que tal vez fuera buzo, piloto o tener una relación grande con el mar.
Es consciente de que el deporte que hace tiene un valor instrumental que le permite seguir tocando a los ochenta y cinco años: “No puedo dejarlo: lo tendré que dejar en algún momento, pero de momento continúo; intento estar en buena forma, ser avaro con mis energías para gastarlas en el momento oportuno”. Entiende que esta actitud es aplicable a la vida.
Terminó el Concierto para la mano izquierda de Ravel y con la última nota se puso en pie de un bote, como si hubiera accionado un resorte en su banco, y casi se come al estirado Pedro Halffter.
A grandes rasgos, la calistenia es un sistema de ejercicios que se centra de forma analítica en los grupos musculares que se quieren entrenar. Se desarrolló durante el siglo XIX y a principios del siglo XX adquirió prestigio como modo de intervención regeneracionista. Encontró una razón de su aplicación en la llamada Gimnasia de las profesiones. Entre ellas se proponía su uso para los músicos y artistas que se les suponía viciados por ejercer una profesión que producía desequilibrios en el desarrollo corporal.
También se desarrollaron métodos para mejorar las capacidades de los pianistas. En nombre de la incipiente ciencia del entrenamiento se diseñaron auténticos instrumentos de tortura para fortalecer a los pianistas.
Orquesta Nacional de España. 25 de noviembre de 2017. Dir. Pedro Halffter Caro. Piano Joaquín Achúcarro.
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