Eduardo Galeano

 El fútbol a sol y sombra 

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Si al leerlo te engolfas en lo que tiene de épica y nostalgia te puedes perder lo que contiene de reivindicación humana, del juego, del esfuerzo sin más sentido que el placer o sentirse bien. Este libro destila pasión uruguaya por el fútbol —“como todos los uruguayos quise ser jugador de fútbol”—. Para disfrutar del bien hacer y el inmejorable escribir. Como en otros libros que mezclan literatura y deporte deja claro que el mejor deporte es el que te da razones para escribir y el que se recuerda jugaba bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía”. Ya hemos hecho referencia a esto del deporte que te hace soñar y te ayuda a dormir. Recuerdo los saltos ingrávidos, más parecidos a vuelos que a saltos, con que mi inconsciente me regalaba las noches previas o posteriores a un concurso, cuando era saltador de longitud. He de reconocer que no he leído de un tirón las aproximadamente 150 historias que reúne Galeano. Este, como otros libros suyos es un libro de cabecera, para ir leyendo poco a poco, siempre que no se pierda la perspectiva de estar construyendo una única imagen: la pasión por la vida y el juego. En cada historia aparece un valor humano, la virtud que sustenta el fútbol (el deporte) y que se refleja en vivencias que exponen la vida y la muerte ligadas a la pasión del juego,

—Tuve la suerte de ver al brasileño Garrincha, que también disfrutaba haciendo chistes con las piernas y a veces, cuando ya estaba cerquita de la culminación, daba marcha atrás para demorar el goce”.

—A Abdon Porte le sacaron del equipo titular, el nacional de Montevideo. “Al fin del verano de 1918, en el estadio del club Nacional, Abdón Porte se mató. Se pegó un balazo a medianoche, en el centro de la cancha donde había sido querido. Estaban todas las luces apagadas. Nadie escuchó el disparo.”

En la dedicatoria transcribe un canto infantil que resume su actitud juguetona hacia el deporte: Ganamos, perdimos, /igual nos divertimos. Yo recuerdo haber cantado: Hemos ganao, hemos ganao, el equipo colorao… que los perdedores reescribían, la copa del cagao

No se ahorra las críticas a los intereses que destruyen y manipulan el fútbol.

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Galeano no es un espectador cualquiera. Se sitúa en la pasión, pero no es un forofo. Ya leímos esta forma de amar el deporte en Pasolini, Auster y Coetzee:

“Yo no soy más que un mendigo del buen fútbol… y cuando el buen fútbol ocurre agradezco el milagro sin que me importe un rábano cual es el club o el país que me lo ofrece”. Yo también disfruto así. Ayer vi un trozo del partido de Balonmano entre Francia y Noruega y quedé subyugado por la emoción y la cantidad de virtudes humanas —deportivas— de las que disfruté el tiempo que estuve viendo el partido. 

Como en otros libros, la lectura de este libro da casi todas las claves de lo que se puede ver cuando se ve deporte. Yo resumiría así sus contenidos,

—Estructura y partes del juego: Jugadores, estadios, espectadores, árbitros…

—Sociología y política: la guerra danzada, la publicidad en las camisetas “argolla de esclavos”, el opio de los pueblos, los negros (Uruguay era entonces el único país que tenía negros en su selección” “Europa nunca había visto un negro jugando al fútbol (1924)... se quedó anclado en París allí fue errante, bohemio y rey del cabaret... (Andrade) fue negro, sudamericano y pobre, el primer ídolo internacional del fútbol”, la pelota como bandera, una alusión al machismo del fútbol y a la exclusión de las mujeres de la fiesta.

—Épica y personajes: Gol de Meazza, Gol de Severino, Andrade, Yashin, Hugo Sánchez…

—Eventos: Mundiales, Olimpiadas, rivalidades.

—Teoría y táctica: El gol olímpico, las jugadas virtuosas, la máquina de hacer fútbol…

—Algo de historia.

—Escritores, artistas y periodistas. Hay una entrada dedicada a Eduardo Chillida, que fue guardameta de la Real sociedad: “El hombre que convirtió el hierro en viento, “sus manos poderosas arrojan al aire el hierro y el hormigón, que volando descubren otros espacios y crean otras dimensiones. Antes, en el fútbol, él hacía lo mismo con su cuerpo”. También dedica un cuento a Camus.

Disfruten de la lectura y de vivir con pasión. Y después del juego, como en esta otra historia “al anochecer de cada domingo, después del partido, Severino se tomaba el barco y se volvía a Montevideo, al barrio, a los amigos y a su trabajo en la usina

 

 

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