Carlos Álvarez del Villar
La metáfora y la trascendencia del entrenamiento deportivo. Carlos Álvarez del Villar (6 de octubre de 1931)
Perseguir metas a través del deporte requiere un proceso de trabajo sistemático de profundo significado educativo, con la ventaja de que el esfuerzo que dedicas al deporte, a diferencia del trabajo, es voluntario y eres tú mismo quien regula la exigencia de tiempo y energía que dedicas a conseguirlas.
Disfrutar de la guía de un entrenador, o un profesor con quien compartir ese proceso es un privilegio que deja una huella perdurable y un profundo agradecimiento. Para muchos de sus alumnos y pupilos Carlos Álvarez del Villar encarna ese maestro, y por el valor de su enseñanza le llamábamos “el profesor”, aunque para mí fue “el maestro” porque de su docencia académica y de su entrenamiento como atleta, obtuve conocimientos mucho más allá de mi condición de atleta o alumno. El siguiente reportaje de Maite Martín es una buena semblanza de su trayectoria.
El tiempo dirá como aparecerá su nombre en la historia de la educación física contemporánea o en la más pequeña historia de la preparación física y el entrenamiento. Por ahora el buen nombre y la fama de Carlos Álvarez del Villar proviene del reconocimiento de quienes hemos trabajado con él. Su libro La preparación física en el futbol basada en el atletismo (Gymnos 1985) sigue siendo un referente de quien aborda la preparación física de cualquier deporte de equipo (sobre su contenido recomiendo el siguiente artículo de Diego Tomé Camoira). Sus alumnos del INEF y los profesionales de la educación física y el entrenamiento le debemos gran parte del prestigio profesional de la preparación física.
Pero de lo que quiero hablar es de mi vivencia como alumno y atleta al que Carlos enseñaba y entrenaba. De nuestro trato en las pistas de atletismo han quedado en mi memoria algunos mantras que han guiado mi docencia y, en cierto modo, mi vida. Valgan estos recuerdos, frases sueltas que comparan dos momentos diferentes del aprendizaje: el proceso y el resultado.
- La parte divertida del deporte es el entrenamiento, que es el momento en el que te esfuerzas y aprendes al margen de las tensiones de la marca y la clasificación.
- En la competición no vas a hacer nada que no hayas aprendido entrenando.
- Durante la competición, los atletas os volvéis engreídos y no escuchais. Es vuestro momento y debéis aprender de vosotros mismos.
Lo demás que me enseñó tiene que ver con su humanismo y su entrega al entrenamiento de un atleta limitado, como era yo y otros a los que nos hizo sentir campeones y amigos.
Un día llegué al entrenamiento con un libro sobre sistemas de enseñanza y ponderó su grosor. Luego lo abrió por la última página y comentó con su sentido del humor socarrón, tal vez asturiano; que lo es: “es útil, a veces empezar los libros por el final”. Y me devolvió el libro abierto por las últimas páginas. Como epílogo, el autor advertía, que la teoría, tal como allí se explicaba —más de ochocientas páginas— era poco útil sin un desarrollo personal humano y un esfuerzo empático con los alumnos. Bueno, eso hizo que mi lectura de aquel tocho fuera precavida y un tanto exceptica.
Me costó más tiempo, tuve que hacerme más mayor y haber vivido más, para darme cuenta del valor metafórico de su descripción del triple salto o el salto de longitud. Las ideas que se debían aplicar a cada momento del salto, eran, más o menos:
- En la carrera previa al salto te juegas el resultado, la eficacia del salto.
- Cuando te impulses aprovecha todos los recursos que tengas antes de comenzar a volar. ¡No tengas prisa por separarte del suelo! En cuanto depegas ya no te puedes impulsar más.
- Entre saltos (hablabamos del tripe salto) no dejes que el suelo te llegue por sorpresa ¡Buscalo tú, ataca el suelo! Impulsa con un zarpazo y sigue. ¡No te hundas al llegar al suelo! ¿Te has fijado en como corren y saltan los gatos? Parece que rebotan.
- Cuando estés en el aire no tengas prisa por caer, no mires el suelo. Vas a caer de todas maneras pero, mientras estés en el aire, sigue mirando adelante.
¡Cuántas crisis he superado recurriendo a esas imágenes!
Acabé la carrera y mi trabajo nos alejó. Nos vimos alguna vez en alguna reunión profesional, hasta que en 2005, cuando él tenía la misma edad que tengo yo ahora, alrededor de los setenta y cinco años, compartimos jornadas en la Facultad de Educación Física de Galicia, en aquellas Conversas que organizábamos con Jose Luis Salvador. Aquellos días, como si hubieramos mantenido la amistad toda la vida, pudimos hablar de nuestras vidas y algunas coincidencias de nuestros sentimientos y vivencias familiares. Al lado del esfuerzo por mejorar la vida de los demás, él con su docencia y yo con la mía, transcurría una vida en la que la violencia, la enfermedad y la muerte tenían una presencia acaparadora. Guardo en mi corazón aquella conversación llena de emoción y desconcierto.
Y ahora, noviembre de 2025, un nuevo encuentro en el contexto del homenaje que le hizo el 28 de noviembre de 2025 la 5ª promocion del INEF de Madrid (1971-1975). Ahora yo tengo la edad que él tenía en 2005 y él noventa y cuatro años. Yo recordaba en público lo que de él aprendí y él habló del entusiasmo por la vida, de la seguridad que te da vivir en contacto con tu cuerpo y de la fortaleza que se adquiere si no te rindes. Una nueva lección o más bien la aplicación práctica de aquella enseñanza que te permitía ganar unos centímetros en el salto y ahora nos permite ganar tiempo para vivir:
“...no tengas prisa por caer, no mires el suelo. Vas a caer de todas maneras pero, mientras estés en el aire, sigue mirando adelante.”
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